La democracia está siendo puesta a prueba por sectas neopentecostales y sus partidos con agenda moralizante, contra los logros civilizatorios. ¿Puede salir avante un país en donde se fundan más sectas que escuelas?

Brasilianische Pfingstkirchler Evangelikalen Messe Ekstase (AFP/Getty Images)

La lucha de las iglesias neopentecostales en América Latina es una lucha por los pobres; su conciencia, su bolsillo, y su voto en las urnas. Su éxito se debe también al fracaso de la Iglesia católica en atender las cuitas de millones que buscan sostén en un mundo cada vez más azaroso, y sin aparente futuro. La abominable historia de abusos sexuales de la Iglesia católica ha dejado su propia estela de repudio.

Así, los más necesitados son reclutados por pastores protestantes que se autodenominan «cristianos”, y que, a menudo, tienen más espíritu comercial que religioso. Si bien el movimiento pentecostal fue creado en 1906 en Estados Unidos, son las nuevas sectas e iglesias fundadas en la misma América Latina las responsables del auge que amenaza no solo la supremacía de la Iglesia católica sino los principios democráticos.

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Un movimiento que parece germinar especialmente en Brasil, Colombia, México, Perú, República Dominicana y Venezuela. En Brasil habría 42,3 millones de fieles, equivalentes al 22,2% de la población. Según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), cada año abren allí 14.000 nuevas iglesias neopentecostales. Edir Macedo, fundador la Iglesia Universal del Reino de Dios, considerado por Forbes «el pastor más rico de Brasil”, es propietario de La Record, la segunda red de televisión más importante del país. Su tema favorito: la moral.

El caso de Costa Rica es ejemplarizante: bastó que el pastor y cantante Fabricio Alvarado, candidato a la presidencia, rechazara vociferante el llamado de la Corte Interamericana de Derechos Humanos a respetar los derechos de la comunidad LGTBI para ganar la primera vuelta. En Venezuela, por su parte, millones no han visto otra salida a la miseria del régimen chavista de Maduro que refugiarse en iglesias con nombres como «Pare de sufrir”. Guatemala es ya gobernado por el humorista y pastor evangelista Jimmy Morales, que tiene más fórmulas contra minorías, pero no contra la rampante corrupción.

Por todo el continente hay también «casos de superación” de pastores que han salido de la pobreza abriendo una iglesia hasta en garajes, pero que pronto se convierten en un «ejemplo de éxito” con estrambóticos templos y un poder económico y político inusitados.

El caso de María Piraquive, quien era costurera en un barrio obrero de Bogotá, y que con su Iglesia de Dios Ministerial Jesucristo Internacional (IDMJI) ha construido desde 1972 un emporio multimillonario con propiedades en varios países y la creación de un partido político, es un símbolo de ese ímpetu. Hoy, la iglesia de Piraquive tiene unas 1.000 sedes en más de 50 países, y hasta en 7 estados federados de Alemania.

Éxito con discurso excluyente, del odio y la división

Lo temerario es que muchos de esos pastores logren tanto éxito con ideas excluyentes y un discurso de odio. En sus prédicas, Piraquive descarta que personas con defectos físicos puedan asumir la difusión de «la palabra de Dios”. Una postura discriminatoria en todos los Estados latinoamericanos, que por Constitución se definen como pluralistas y laicos, fundados sobre el respeto de la dignidad humana, y garantes la libertad de expresión y de cultos.

José Ospina-Valencia, periodista de DW. José Ospina-Valencia, periodista de DW.

Paradójicamente, a pesar de que dichas sociedades han avanzado cultural y económicamente también gracias al principio liberal y protestante de que «los pensamientos son libres”, el movimiento neopentecostal apunta contra el Estado de opinión. El radicalismo de sus ideas apunta contra los logros civilizatorios como la abolición de la pena de muerte, la autodeterminación de la mujer y el respeto a los derechos de las minorías, difamado como una supuesta «ideología de género” que pretende destruir la familia y la moral. Sus votos inclinaron la balanza por el rechazo al Acuerdo de Paz en Colombia en 2016. Acabar con una guerra fratricida para salvar vidas pareció pesar menos que el bíblico «ojo por ojo, diente por diente”.

Y mientras las escuelas y universidades en América Latina tienen que pagar impuesto predial, las iglesias están exentas de todo pago, por lo menos en Colombia, en donde hasta 2017 había 750 colegios públicos, pero 3.500 iglesias neopentecostales. En la recepción diaria de diezmos está la base del poder económico, convertido en poder político, que, gracias a una agenda moralizante, está conquistando la política en América Latina.

El teólogo alemán y pastor luterano Thomas Gandow, advierte que muchos predicadores neopentecostales atentan contra el espíritu del mismo protestantismo, que no puede expresarse en fanatismo, «porque el espíritu de la protesta no puede ser otro que el de la libertad”. Lo demás es retroceso.

José Ospina-Valencia (er)

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